Los obispos argentinos se preparan para la Asamblea Plenaria más emotiva tras la muerte del Papa Francisco

La próxima Asamblea Plenaria de la Conferencia Episcopal Argentina (CEA) será, según admiten en voz baja muchos de sus integrantes, la más triste en sus 126 ediciones. Por primera vez, el encuentro se llevará a cabo tras el fallecimiento de un Papa argentino, el querido Francisco, nacido como Jorge Mario Bergoglio.

Desde el 5 al 9 de mayo, en el Cenáculo del partido bonaerense de Pilar, 101 obispos activos y 17 eméritos —estos últimos con voz pero sin voto— se reunirán para rendir homenaje al legado pastoral, social y político del pontífice que marcó una época.

Si bien las Asambleas Plenarias suelen abordar cuestiones de índole pastoral y las realidades de cada diócesis, esta edición estará atravesada por la figura de Francisco, considerado una fuente de inspiración para gran parte del episcopado local, que fue nombrado o influenciado directamente por su papado.

La Comisión Ejecutiva actual, elegida en noviembre pasado, refleja esa impronta: presidida por monseñor Marcelo Colombo, arzobispo de Mendoza; acompañado por monseñor Ángel Rossi, arzobispo de Córdoba (vicepresidente 1°), César Fernández, obispo de Jujuy (vicepresidente 2°), y Raúl Pizarro, obispo auxiliar de San Isidro (secretario general).

La tristeza institucional se mezcla con la expectativa. La Asamblea coincidirá con el inicio del cónclave cardenalicio en el Vaticano, donde se elegirá al nuevo líder de los más de 1.400 millones de católicos en el mundo. Si bien se preveía que las deliberaciones podrían extenderse, fuentes vaticanas dejaron trascender que un consenso previo podría acelerar la elección en apenas dos días.

No estarán presentes en Pilar los cuatro cardenales argentinos con derecho a voto en el cónclave: Víctor Manuel “Tucho” Fernández, actual prefecto del Dicasterio para la Doctrina de la Fe; Mario Poli, arzobispo emérito de Buenos Aires; Ángel Rossi, arzobispo de Córdoba; y Víctor Manuel Bokalic Iglic, arzobispo de Santiago del Estero.

La expectativa final es simbólica: darle la bienvenida desde Argentina al nuevo Papa, mientras se honra con dolor y gratitud a quien, durante más de una década, transformó a la Iglesia desde Roma con acento porteño y corazón latinoamericano.

 
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